viernes, 4 de junio de 2010

Flores - Javier López

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Se encontraron, como era habitual a esas horas, en el parque, cerca del pequeño lago.
—Tengo un regalo para ti —le indicó él haciendo uso de un lenguaje que a ambos les era bien conocido.
—¡Qué sorpresa! —exclamó ella—. ¿Un regalo? ¿Y a qué se debe?
—Hoy hace tres semanas que te conocí. Sígueme.
Él se movió inquieto, mostrándole el camino. Unos minutos después pasaban por delante de su hogar.
—No, aún no es aquí —dijo, mientras continuaba, agitado, indicándole el camino.
Poco más tarde llegaron al lugar. Él, orgulloso, le mostró su regalo. Una docena de hermosas flores amarillas, rojizas y anaranjadas. Ella, emocionada y nerviosa, se acercó a una y aspiró su aroma.
—Un regalo delicioso —aseguró.
Y entonces, sumergiendo su trompa en lo más profundo de la flor, comenzó a libarla.  Ese era, sin duda, el mejor regalo que le habían hecho nunca.

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