domingo, 11 de abril de 2010

Número de suerte - Oriana Pickmann



Era el día ocho de agosto de 1988. A las ocho y ocho de la mañana, Octavio leía la página ocho del diario. Había tomado ya ocho tazas de café y podía sentir esa ansia correrle por la sangre. Hoy se cumplían ocho años desde que contrajo matrimonio con Otilia. El día no le podía ser más propicio.


―Cariño, me siento con suerte. Iré a las carreras de caballos y le apostaré todos nuestros ahorros a Octagon, el caballo más prometedor de la octava carrera.

Ella, apacible, le dio un beso en la frente. Y así, sin más, partió él, con una sonrisa a flor de labios y la esperanza tatuada en los ojos.

Pasaron las horas y, a las ocho de la noche, volvió Octavio a casa.

―¿Cómo te fue? ―preguntó ella, llena de afán por escuchar las buenas nuevas― ¿Hemos ganado? ¿En qué lugar llegó Octagon?

Él, sin levantar la mirada, sólo alcanzó a decir.

―Llegó octavo.


Imagen: Horse Race by sb

Historia vegetal - Javier López

Crecieron juntas, bajo la techumbre de plástico de un invernadero. Desde muy pronto,  se había despertado un interés mutuo entre ellas, y habían establecido fuertes lazos de unión.
Meses después, volvían a encontrarse en la ciudad. Pero lo que antes fuera una cálida relación, ahora se había enfriado. Esta vez, la lechuga y la zanahoria eran compañeras de estantería en el armario frigorífico de un hipermercado.

Fractal - Javier López



A Oriana Pickmann

El libro se titulaba Fractal. Del escritor no me acuerdo, para mí era y sigue siendo un desconocido. Estaba en la sección de novela, entre todos los demás libros de ese género, en uno de los pasillos de la Biblioteca Nacional.
Me llamó la atención su cubierta nueva, brillante, como si ninguna mano lo hubiera tocado, como si nadie lo hubiera abierto siquiera para ojearlo.
Cuando lo miraba y estaba a punto de cogerlo, el libro me habló:
—Te voy a contar mi historia —me dijo—. Mi historia es que soy el único libro de esta biblioteca que jamás ha leído nadie.
Obviamente no le contesté, porque ya me parecía suficientemente absurda la situación. Pero lo tomé del estante y lo llevé a una mesa de lectura, con gran curiosidad. La biblioteca cerraba en una hora, así que tendría que apresurarme.
Cuando terminé de leerlo, vi que el libro no me había mentido. Contaba la historia de un libro de autor desconocido, que estaba en la sección de novela, entre los demás libros de ese género, en uno de los pasillos de la Biblioteca Nacional, y que nunca nadie había leído.

Fotografía: Biblioteca Nacional. Madrid.