martes, 29 de septiembre de 2009

Libres



Ese día las puertas de todas las cárceles del mundo se abrieron a la vez. A las 6 de la madrugada, hora UTC, los prisioneros oyeron desbloquearse las cerraduras de sus celdas, mientras anunciaban por megafonía que debían abandonar el presidio en menos de diez minutos. Recogieron sus pertenencias y salieron sin terminar de asimilarlo, buscando incrédulos la mirada de los guardianes, esperando que todo fuera una trampa. Pero nadie les impidió salir.
Ya sólo nos quedaba aguardar, dentro de nuestros refugios, la reacción de los cuerpos de los condenados a la nefasta radiación, tras la catástrofe nuclear.

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