martes, 29 de septiembre de 2009

Biblioteca animada - Javier López



Cuando los personajes de las novelas de la biblioteca tomaron vida, mi casa se convirtió en un auténtico teatro. Cada uno declamaba sus diálogos sin apercibirse de que los demás hacían lo mismo. Cientos de voces se entremezclaban y resultaba totalmente insoportable.
Eso ocurrió durante semanas, hasta que al fin fueron acabando sus intervenciones. Entonces permanecieron callados. Ocupaban bastante espacio y era algo incómodo compartirlo con ellos, pero terminamos por organizarnos bien.
Los verdaderos problemas comenzaron cuando el resto de los libros comenzaron a animarse. De los de arte chorreaban pinturas y caían piedras. Los de botánica echaban raíces difíciles de eliminar. Los de aritmética recitaban tablas y los de química desprendían un desagradable olor a reacciones sulfurosas.
Pese a todo, lo peor estaba aún por llegar. Entonces le tocó el turno a las enciclopedias. Nunca antes me había puesto a pensar las de cosas catastróficas que contienen en su interior.

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