viernes, 12 de noviembre de 2010

Justo a tiempo - Sergio Gaut vel Hartman



—Te voy a matar —dijo Jacinto; giró sobre sí mismo y recorrió el gran círculo que abarcaba casi toda la habitación buscando algo con qué golpear a Susy. La mujer, que adivinó el movimiento, supo que la expresión vidriosa, sanguinaria y a la vez recelosa de Jacinto indicaba que no era una broma, que realmente se disponía a matarla. Habían llegado al final del camino. Encontró una tijera sobre la cómoda, la aferró con la mano derecha y enfrentó a su esposo jadeando. Él consiguió un florero estirando el brazo izquierdo con un movimiento salvaje, perturbador... En ese mismo momento se abrió la puerta del ropero. René, el andrógino bisexual, amante de Jacinto y Susy, salió empuñando una pistola en miniatura, tan diminuta que parecía uno de esos cuernitos que venden en las panaderías. No dijo nada. Simplemente disparó. Estaba harto, o harta, de ambos. Jacinto no llegó a ver la muerte de Susy. Susy, en cambio, llegó a tiempo para evitar que el florero se hiciera añicos contra las cerámicas del piso. Era un Ming, auténtico, pueden creer lo que les digo.

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